Ayer se celebró la fiesta del cine español. Era la primera gala de los Goya que se retransmitía sin cortes publicitarios, la primera con Álex de la Iglesia como presidente de la Academia y con Buenafuente como maestro de ceremonias.
Salvado el escaparate de la alfombra verde, lo primero con lo que nos encontramos fue con una imponente escenografía. Un derroche de luz, color y algo más de elegancia que en anteriores ediciones. Un decorado que funcionaba bien para la ocasión. Pero tan bien como lo hubiese hecho para una entrega de premios musicales, una gala de Mira Quién Baila, un Tú sí que vales, o con un par de taburetes en el centro del escenario, un programa de ¿Quién quiere ser millonario?
Tras la primera impresión, la noche arrancó con un corto introductorio.
Lo que siguió fue una gala un tanto irregular y un Buenafuente ágil, gracioso sin resultar hiriente y que apareció en escena las ocasiones justas. Con lo que se evitó el resultar pesado.
Entre algunas de las innovaciones, destaco dos. La primera, La frase, la nota culta de la noche en forma de cebo televisivo. Frases antológicas, pero metidas con calzador. Me quedo con la de Azcona: “Qué estupidez, esa del final feliz como garantía del taquillazo. ¿Lo tiene Romeo y Julieta?".
Y la segunda, la voz en off interpretada por Toni Garrido. Una voz que se colaba de vez en cuando para aportar algún dato de interés. Y es que no todos sabíamos quien era José Luis Escolar (Mejor Dirección de Producción por Ágora) o conocíamos el trabajo anterior de Mapa Pastor (Mejor Montaje por Celda 211). El invento acabó resultando, en muchos casos, útil, pero hacía que la cosa sonase más a Eurovisión que a cine.
Y para hablar de cine, llegó a mitad de gala el momento más solemne de la noche: el discurso del presidente de la Academia. Un discurso rotundo, directo y sincero. En el que de la Iglesia aparcó el glamour para apelar por la humildad y la profesionalidad. Y que se convirtió en otro grano de arena para que la noche de ayer fuera distinta a todas las noches de Goya vividas con anterioridad.
Para el final, la Academia reservaba lo mejor del guión:
Un giro inesperado, con la aparición de Rosa María Sardá, que protagonizó con Buenafuente uno de los mejores momentos de la gala.
El clímax, con la aparición por sorpresa de Pedro Almodóvar para entregar el Premio a la Mejor Película.
Y un final dramático, con un tiroteo que acaba con la vida del conductor de la gala.
Esta mañana, la Academia y RTVE se han desayunado con las cifras que convierten a la gala de ayer en la más seguida de la historia con casi 5 millones de espectadores y un 26,4% de cuota de pantalla. ¿Decidirán resucitar a Buenafuente para la gala del año que viene? Yo me inclino por la continuidad.
Y sí, la gala se hizo larga. Pero ¿es que a caso alguien dijo que las galas de entrega de premios y la televisión se llevasen bien?