En la tele vamos de polémica en polémica. Y si la última vez hablábamos de niños y globos, hoy toca bebés y televisión.
La discordia la ha desatado esta vez uno de los productos estrella de la mega compañía del entretenimiento infantil. La compañía es Walt Disney y el producto estrella, Baby Einstein.
Todo se remonta a 1997, cuando una pequeña productora americana lanzó al mercado audiovisual Baby Einstein, uno de los primeros formatos dedicados exclusivamente a bebés de entre 0 y 3 años y en el que se ofrecían vídeos sencillos con algo de música, marionetas, formas, colores y algunas palabras. El programa acabó siendo un éxito y ese éxito no le pasó desapercibido a Walt Disney que, en 2001, compró el formato y lanzó los DVD de la serie.
La discordia la ha desatado esta vez uno de los productos estrella de la mega compañía del entretenimiento infantil. La compañía es Walt Disney y el producto estrella, Baby Einstein.
Todo se remonta a 1997, cuando una pequeña productora americana lanzó al mercado audiovisual Baby Einstein, uno de los primeros formatos dedicados exclusivamente a bebés de entre 0 y 3 años y en el que se ofrecían vídeos sencillos con algo de música, marionetas, formas, colores y algunas palabras. El programa acabó siendo un éxito y ese éxito no le pasó desapercibido a Walt Disney que, en 2001, compró el formato y lanzó los DVD de la serie.
Bajo la marca de una multinacional como la Disney, los DVD empezaron a venderse como churros con la etiqueta de altamente educativos, estimulantes y beneficiosos para el desarrollo intelectual de los niños. Vaya, que prácticamente prometían que tu hijo se convertiría en un genio con esos vídeos. Vídeos que acabaron convirtiéndose en una auténtica revolución entre los padres, tanto que 1 de cada 3 bebés norteamericanos consumía Baby Einstein en casa.
Durante varios años el negocio fue redondo. Hasta que en 2006, una organización llamada Campaña para una Infancia sin Anuncios empezó su lucha para demostrar que las promesas educacionales de Disney carecían de cualquier base científica y que se trataba únicamente de pura publicidad engañosa. La organización sostenía que Baby Einstein no incrementaba el intelecto de los bebés, más bien todo lo contrario, ya que exponer a un bebé frente al televisor resultaba totalmente desaconsejable.
Finalmente, después de más de tres años de presiones, de movilizaciones sociales, de reuniones entre los abogados de ambas partes y, sobre todo, después de la amenaza de una posible demanda, la Disney ha hecho público esta semana que reembolsará el dinero de los DVD de Baby Einstein. Eso sí, sólo de los comprados a partir de 2004 y sólo en el mercado norteamericano.
Con todo esto se ha vuelto a abrir el clásico debate sobre la conveniencia o no de que los niños consuman televisión o de que se realice televisión específica para bebés.
Y estos días se están publicando estudios, como el de la Universidad de Seattle, que dicen que la exposición de bebés a la televisión puede provocarles problemas de falta de atención en el futuro. Y son muchos los pedagogos y psicólogos que están coincidiendo en que el consumo de televisión en menores de dos años es perjudicial.
En este sentido, podríamos matizar un par de cosas: la primera es que el consumo de televisión puede ser perjudicial tanto para menores de dos años como para jóvenes, adultos y personas de la tercera edad. Y la segunda es que, como en todo, el kit de la cuestión está en la cantidad, es decir, en el abuso o en el consumo responsable.
Y ante los que piensan que la televisión no se ha hecho para un público infantil, yo les diría que hay luz al final del túnel, que otra tele es posible y mucha la gente que trabaja en eso.
Hoy en día, los casos de televisión educativa son una realidad y ahí están proyectos como TV LATA (entre muchos otros): una televisión experimental realizada por los niños de las favelas de Salvador de Bahía, donde la televisión pasa de ser una simple caja con imágenes para convertirse en una forma más de socializarse, una responsabilidad y un modo de expresión para todos esos niños.
En estos casos me sale la vena nostálgica y en cuanto a televisión infantil, me quedo con la mítica frase de la Bruja Avería, así que: ¡Viva el mal, viva el capital!
Durante varios años el negocio fue redondo. Hasta que en 2006, una organización llamada Campaña para una Infancia sin Anuncios empezó su lucha para demostrar que las promesas educacionales de Disney carecían de cualquier base científica y que se trataba únicamente de pura publicidad engañosa. La organización sostenía que Baby Einstein no incrementaba el intelecto de los bebés, más bien todo lo contrario, ya que exponer a un bebé frente al televisor resultaba totalmente desaconsejable.
Finalmente, después de más de tres años de presiones, de movilizaciones sociales, de reuniones entre los abogados de ambas partes y, sobre todo, después de la amenaza de una posible demanda, la Disney ha hecho público esta semana que reembolsará el dinero de los DVD de Baby Einstein. Eso sí, sólo de los comprados a partir de 2004 y sólo en el mercado norteamericano.
Con todo esto se ha vuelto a abrir el clásico debate sobre la conveniencia o no de que los niños consuman televisión o de que se realice televisión específica para bebés.
Y estos días se están publicando estudios, como el de la Universidad de Seattle, que dicen que la exposición de bebés a la televisión puede provocarles problemas de falta de atención en el futuro. Y son muchos los pedagogos y psicólogos que están coincidiendo en que el consumo de televisión en menores de dos años es perjudicial.
En este sentido, podríamos matizar un par de cosas: la primera es que el consumo de televisión puede ser perjudicial tanto para menores de dos años como para jóvenes, adultos y personas de la tercera edad. Y la segunda es que, como en todo, el kit de la cuestión está en la cantidad, es decir, en el abuso o en el consumo responsable.
Y ante los que piensan que la televisión no se ha hecho para un público infantil, yo les diría que hay luz al final del túnel, que otra tele es posible y mucha la gente que trabaja en eso.
Hoy en día, los casos de televisión educativa son una realidad y ahí están proyectos como TV LATA (entre muchos otros): una televisión experimental realizada por los niños de las favelas de Salvador de Bahía, donde la televisión pasa de ser una simple caja con imágenes para convertirse en una forma más de socializarse, una responsabilidad y un modo de expresión para todos esos niños.
En estos casos me sale la vena nostálgica y en cuanto a televisión infantil, me quedo con la mítica frase de la Bruja Avería, así que: ¡Viva el mal, viva el capital!
1 comentario:
Un ejemplo de verdadera televisión educativa es Pocoyó, por ejemplo. Pero de ahí a atiborrar a un crío con sus episodios va una milla.
¿Nadie hace un poco de autocrítica? Que los espectadores, si nos colocan una marca, caemos como moscas. La tele nos ha convertido en una sociedad muy crédula.
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