lunes, 2 de marzo de 2009

LA TELEMEDICACIÓN ESTÁ CONTRATELEINDICADA

Suelo esperar hasta tres episodios antes de opinar sobre cualquier programa de televisión. Intento no guiarme por primeras sensaciones, observar concienzudamente y madurar mis ideas. Pero tras lo visto la noche del viernes en Cuatro, estoy dispuesto a saltarme uno de ellos.

El viernes se emitió el segundo de los trabajos de Samanta Villar en el programa de docu-realidad 21 días. Producido por Boca a Boca, 21 días se nos vendió en su día como un novedoso formato de reporterismo por televisión en el que el trabajo del reportero cobraba otra dimensión. Al final ha acabado pareciéndose más a un Callejeros con añadidos en los que se ve como la periodista intenta ponerse durante veintiún días en el lugar de las personas que retrata en sus reportajes.
En el primer episodio vimos como la periodista catalana se sumergía de lleno en la realidad que viven los sin techo durmiendo en la calle, aseándose en baños públicos y alimentándose en comedores sociales. Para la segunda entrega, titulada 21 días sin comer, Villar ahondaba en los trastornos alimenticios a través de las historias de varios enfermos de bulimia y anorexia y de la suya propia al dejar de comer durante el número de días acordado. La reportera empezaba su proceso con la siguiente frase: “[…] tengo una relación sana con la comida y me acepto como soy. He pensado en dejar de comer pero sé que eso no me convierte en una anoréxica.” Entonces, ¿por qué lo hace? ¿Qué demuestra que deje de comer durante veintiún días? ¿Es que a caso se logra una mayor objetividad o tiene mayor valor esa información? Posiblemente no. Posiblemente se trate de un mero recurso efectista más para atraer espectadores y, posiblemente, que Villar se intente colar toscamente en el pellejo de otras personas demuestre pocas cosas.
Desde mi humilde visión, sufrir voluntariamente las consecuencias de una estricta restricción de la dieta no se puede comparar con las consecuencias de una enfermedad como la anorexia, básicamente, porque no la sufres.

Es innegable el valor documental de imágenes como las de Pedro (27 años) encerrándose en el baño después comer ante la impasible presencia de su familia y pareja. O la estampa de Carmen (35 años) admitiendo encontrarse gorda mientras se pasa la mano por sus mejillas succionadas. O cuando contemplamos la estricta rutina de las internas del Hospital General de Ciudad Real. Pero cuando llegan los testimonios de Villar ese valor se diluye. Las declaraciones a cámara de la periodista parecen maniqueas, antinaturales y fruto de las exigencias de un guión.

La televisión podría servir para muchas cosas. Podría servir para informar, para entretener, soñar, educar, denunciar, incluso para perder el tiempo. Pero lo que tengo claro, es que la tele nunca debería adoptar el rol de médico.
La telemedicación no es una práctica justa ni sana para el espectador y decididamente está contrateleindicada.

En su próximo reportaje, Samanta Villar experimentará los efectos del cannabis. Es decir, se pasará veintiún días fumando porros. Con qué reflexiones nos sorprenderá esta vez. Promete y yo no me lo pienso perder.

Os dejo los primeros dos minutos de 21 días sin comer. El resto lo podéis encontrar en Internet. Disfrutadlo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. La parte más documental del reportaje me pareció espléndida por lo bien tratado que estuvo el tema (sin maniqueísmos, sin tópicos, sin dramatismos), pero la parte de Villar me pareció absolutamente artificiosa.

Anónimo dijo...

yo por degracia e vivido como mi madre se a muerto yn o hemos podido hacer nada todo empeso por una reducion de estomago y luego binieron 3mas y de hay a tener una bulimia y anorexia y continuos viajes al baño y no hemos podido ayudarla a sido duro muy duro pero ella ya no esta aqui yo dijo cuidado hay un potecial hay fuera jovenes que en un momento dado solo ven la estetica y luego no hay marcha a tras

Anónimo dijo...

Un ejemplo más del reporterismo-espectáculo y del creciente protagonismo del periodista en la presentación de la información. Personalmente, creo que un buen reportaje televisivo puede tener igual calado e impacto sin necesidad de estas gynkanas. En TV3, por citar un buen ejemplo, hace tiempo que programas como 'Entre línies' ofrecen reportajes sobre diversos temas con un componente muy humano y con las voces de los protagonistas sin necesidad de estos añadidos.
Sólo he visto el primer episodio, el de los 'sin techo'. Pienso que la situación de estas personas ya es suficientemente dramática, todo lo demás es innecesario y me dio bastante pudor. Pero claro, es la tele y el espectáculo debe continuar.

 
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